EL GABO TAMBIÉN FUE ESPIADO
Gaspar Velásquez Morillo
Su forma de pensar, sus
históricas amistades, a lo mejor es motivo suficiente, para que lo estuvieran
monitoreado los servicios de inteligencias de las potencias o de los países que
visitaba. Con el tiempo se ha revelado o ha salido a luz pública que hasta
Charles Chaplin fue constante “visteado” por su autodefinición de hombre
progresista. Otro tanto se cuela con respecto a la vida de Ernest Hemingway y
así también de guionistas, cineastas, actores, actrices, escritores, artistas,
deportistas, científicos. Esto es usual en países que se autocalifican como
“Verdaderas Democracias”. Es posible que su expediente, además de su nombre a
renglón seguido estuviera escrito: “De Cuidado”.
Cuando se desclasifiquen
documentos y anécdotas sobre Gabriel García Márquez es muy posible que una
fuente de consulta sea wikilead o a lo mejor Edward Snowden posea la
información completa o alguna pista al respecto.
Sobre García Márquez, lo que él
hiciera y / o dejará de hacer se convertía en un tris en noticia mundial, él tuvo
la osadía de clasificar la vida en: pública, privada e íntima, aunque nunca se
imaginó en su infancia en Aracataca que en un futuro su vida iba a tener tanto
interés para sus conciudadanos del mundo, así que con la dinámica misma de la
vida supo sortear esos zumbidos de abejas que rondaban su vida pública, quizás
la privada, quizás la íntima, porque al verlo en una calle, en una actividad
social y/o política, las miradas y los flashes iban directo a él; aunque él siempre
se las ingeniaba para no ser notado y ser una sombra en la penumbra pero
siempre podían más quienes les llevaban los cronogramas de su vida, desde toda
la vida, lo que le restaba es darse por descubierto y sacarle la lengua a los
paparazzi aceptando su derrota.
Sobre la persona quien le cumplía
la responsabilidad de ejecutiva editorial y otros menesteres conexos ya lo
sabía pero el Gabo lo hacía tener presente y así lo respondía antes las tantas
preguntas que le hicieron en diversas entrevistas espontáneas y sin mucho
formato que concedió a colegas en cualquier parte del mundo: -el día que yo me
entere que las empresas editoriales hablen bien de mi ejecutiva editorial, la
despido!
El Gabo fue espiado y los autores
de tal propósito no les perdían pista, puesto que lo que escribió y escribía
García Márquez después de ganar el Nóbel se convertían en lingotes de oro,
mientras que para él eran muchas horas de disciplinado trabajo desde las 7am a
2pm, sin interrupción alguna, lloviera, tronara o relampagueara, o fuera sábado
o domingo, siempre su fresca flor amarilla amanecía radiante en su computador y
un tinto aromatizaba su cabina de crear desde donde le daba el principio de
gravedad a sus ideas. Da envidia, verdad? No se sabe el método para que se
cumpliera tal respeto por sus consuetudinarios momentos de creación; de Ernest
Hemingway se sabe que amenazaba con una escopeta a quien se atreviera a
interrumpirlo en su acto creador, aunque algunas veces alguien de su entorno
reveló que llegó a disparar hacia el lugar desde donde provenía en una
oportunidad ruido que perturbaba su concentración. Hacer esto hoy en día
equivale a castrar una loable profesión de escritor porque en una cárcel hay
que estar más ocupado en sobrevivir que ocuparse de menesteres espirituales,
aunque gradual y muy paridos han sido los cambios –por lo menos en Venezuela-
en los recintos carcelarios hay hasta orquestas sinfónicas integradas por los
mismos reclusos y reclusas.
Cuentan que el Gabo envía a la
editorial una de sus últimas novela “Vivir para Contarla” y apenas los editores
estaban desempacando la voluminosa obra, ya una edición no autorizada por el
Gabo, recorrían en Latinoamérica, calles, avenidas y paradas de autobuses,
centros comerciales, terminales de pasajeros con vendedores ocasionales que
voceaban a viva voz: ¡La última novela de García Márquez! ¡La última obra de
García Márquez!
Los kioscos que recibía a
consignación la novela, lustraron su estantería con la autobiografía de García
Márquez que desplazó a folletines, diarios e historietas de sangre, de muertes
en pensiones y crueles asesinatos de night club y de personas con deformaciones
físicas que son lecturas de ocasión o de crucigramas que tienen un público
cautivo con un nivel intelectual muy bajo, sin embargo, es inevitable mirar a
quien tiene un crucigramero de varias páginas, uno mentalmente se ve tentado a
que aquella persona le consulte a uno alguna pregunta para medir el nivel
cognoscitivo propio y elevar el autoestima en público.
Pero la obra de García Márquez se
vendía como pan caliente, imagínese, una obra del Gabo en la sala de mi casa o
que me vean caminar con el libro debajo del brazo con la carátula a la vista de
amistades y transeúntes. Algunas personas que piensan muy rápido, se
extrañaban, otras se congratulaban por la nueva modalidad de markenting
utilizado por el cotizado escritor o serían recomendaciones de los editores de
conseguir nuevos e inesperados lectores.
No se sabe a ciencia cierta si el
Gabo profirió de eso que llaman malas palabras pero quienes compraron esa
edición de calle si las profirieron y a granel contra los vendedores y no se
sabe con certeza si contra el Gabo también, es lo más seguro, porque en un plazo
urgente y trabajando más allá de las dos de la tarde el Gabo en un santiamén
cambió el capítulo final de “Vivir para contarla”.
Facebook / Gaspar Velásquez Morillo
Blog: El Mural de Gaspar Velásquez Morillo
@gasparvelasquez
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