SOCIEDAD ESTADOUNIDENSE Y EL TRIUNFO DE TRUMP
Gaspar Velásquez Morillo
Mucha es la tinta que se ha dedicado
para analizar y evaluar el triunfo de Donald Trump, así como las implicaciones
inherentes a la gestión y a los planes de inmediato y a mediano plazo de la actual
administración, se auscultan sus promesas electorales y el cumplimiento de la misma,
así como se le coloca lupa a la agenda secreta de gobierno para poder develar que
guarda bajo la manga el electo empresario.
Hay quienes se han atrevido a
insinuar que si el “off side” y millonario empresario no se alinea con el
complejo militar, financiero, comunicacional estadounidense, su vida corre
inminente peligro.
Además, prominentes figuras que
generan matrices de opinión en EE.UU vierten sus consideraciones y estiman que
con el nuevo inquilino de la Casa Blanca, se evidencia la alta fragmentación de
la sociedad estadunidense y el desgaste sostenido del sistema político sustentado
por vetusto y anacrónico “sistema electoral” que luce agotado, de cuidado
intensivo, alucinante, a la par una cúpula de clase económica financiera, embriagada
en desesperada carrera por concentrar más y más poder universal, y por supuesto,
cada vez más díscola y agresiva.
En tanto, que a nivel interno, como
es natural, los pesos y contrapesos por concentrar mayor poder en el ámbito
presidencial y el gabinete, desde luego, quedan expuestos, a pesar de los
disimulos y cortinas de humo, mientras las contradicciones entre el Congreso y
la presidencia, la presidencia y el Congreso y sus propios planes gubernamentales y quienes
quieren cumplir con su función de contraparte.
Consideramos que el gobierno de Trump
tiene que dar concesiones circunstanciales pero para llevar a cabo su plan
gubernamental, el Congreso más que una instancia de consenso es un obstáculo y
no dudamos que Trump y su gabinete tendrá que soslayar a pesar que pudiera
favorecerle la correlación de fuerza.
EE.UU no tiene nuevas oportunidades históricas
para el después, el estrenado presidente viene con una misión y tiene que
llevar a cabo esa encomienda y para retomar la preeminencia absoluta a nivel universal
tiene que apartar lo que represente un obstáculo y tendrá que aplicar de forma abierta
una hegemonía fascista, guerrista, tiene que rearmarse organizativamente,
atraer por la persuasión o por la fuerza a gobiernos dóciles, alentar espíritus
disidentes internos a los gobiernos progresistas de la región e inclusive
dentro de los propios EE.UU. ha de doblegar intencionalidades de expresar ideas
libertarias y terminar de cerrar posibles rendijas disidentes internas en la
sociedad estadounidense.
Vale acotar, que la propia sociedad
estadounidense es víctima del narcótico imperialista de dominación, es decir,
recibe en proporción la misma dosificación de manipulación de la consciencia a
través de sus propios y portentosos medios de comunicación privados como
gubernamentales.
Para la élite imperial, su propia
población es un blanco de guerra, así lo concibe sus propios postulados internos
de Seguridad de la Nación, la obviedad indica que no se puede ser factor de
dominación a nivel global si se dejan espacios para goteras o fisuras internas
que comprometan o dejen en entredicho el férreo control social que es
edulcorado con la apariencia de un sociedad cibernetizada, complejas tecnologías
y un modo de vida glamoroso y bordado de ostentaciones; de contraparte, existen
evidencias que la democracia para ello es burguesa, no pueden darse licencias
para potenciales conflictos domésticos, donde hallan focos de perturbación social
o de clase social, el Estado de dominación burgués capitalista imperial deja
caer su pesada mano para aplacar y/o conjurar lo que consideran un desacato e
inmediatamente se imponen como Estado y garante del Estado de Derecho, Paz
Social y Convivencia, y además, como el Estado ostenta y tiene del uso de la
violencia, echan mano sin pudor a la violencia, dando a conocer en una sola
dirección su supuesta “verdad”, su verdad de clase social.
No desluce en el presente análisis lo
que han aseverado distintas voces y expresado en distintos idiomas en el globo
terráqueo, que si en territorio de EE.UU hubieran embajadas estadounidenses, en
los propios estados de la Unión ya hubiesen ocurridos varios Golpes de Estados,
magnicidios, asesinatos en masa, sabotajes a la producción y decenas de miles
de bombas hubieran descargados en poblaciones periféricas, en poblaciones negra
de piel y de escasos recursos que también pululan en EE.UU, pero necesitan a
esa fuerza de trabajo para empujar sus boyantes complejos militares, sustento y
razón de ser de su condición hegemónica e imperialista en el mundo; sin
embargo, altos voceros gubernamentales y financistas de la campaña electoral de
Donald Trump abogan y se comprometen en hacer lo posible por darle preeminencia
a la “raza” blanca y encendiendo las alarmas ante lo que se venía advirtiendo
desde la década del noventa cuando un futurólogo advertía que “para el año 2.045
no habría un estadounidense puro” desde luego, por la mixtura de inmigraciones
que aprovechándose de las flexibles y condescendientes legislaciones han hecho
de EE.UU fuente de recepción de inmigrantes, fuente de trabajo ocasional, así
como gran emisor de remesas familiares hacia países de origen de esa masa humana
laboral, que a pesar de ser mal pagada, también genera fuerte porcentaje del
PIB.
En la sociedad estadounidense las
presiones sociales se van acentuar y no hay que ser predigitador.
En protesta frente a la Casa Blanca por
la asunción de Donald Trump, éste por curiosidad se asomó a la ventana y exclamó
ante la propia prensa presidencial sobre la protesta: -Pero… ¿es que esta gente
no votó? Sectores sociales, gremios, sindicatos, artistas, libres pensadores,
entre otros muchos ámbitos, paulatinamente irán tomando la palabra… o
desaparecen…! A nivel interno, el Imperio también se impone, no se crean...!
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