Dedicó su vida a la Revolución

Margot Itriago, de San José de Guaribe, madre de ejemplos imperecederos

Para darse cuenta de la alegría que reinaba en la pequeña casa de Margot era cuando José del Carmen, viejo comerciante de montaña en montaña, anunciaba a la distancia con una campana que se iba acercando a pie con sus tres bestias mercadeando las menudencias que pudiera hacerle falta a las y los campesinos en esas intrincadas montañas de los límites entre los estados Miranda, Guárico y Anzoátegui, la alegría de los niños de la familia Itriago era tal que retozaban como gatitos traviesos por lo que unos minutos después ellos disfrutarían, porque sembraban y cosechaban con sus manitas en el conuco distintos frutos por la que intercambiaban y recibían a cambio ese glorioso regalo de Dios: una latica pequeña de leche condensada para cada uno de los cinco hermanitos.

A José del Carmen ya los niños lo esperaban con el taburete, más agua fresca de tinaja, bajo del frondoso árbol, éste batía su sombrero en su cara para espantar el cansancio de horas y horas de caminar además para mitigar el calor, de reponer las energías después de dormir a las veredas de los diferentes caminos y de saber miles pero miles de anécdotas que les contaba a los niños que estas historietas verbales parecían películas. José del Carmen se quedaba a dormir o continuaba el viaje después de comer, y cuando marchaba, lo hacía apresurado porque tenía que llevar un encargo urgente a varios días de camino a pie acompañado de sus tres mulas donde iban las cajas contentivas de mercancías.
Rafaelito Barrios, campesino, jornalero, cazador de fina puntería y en sus ratos libre o no, baqueano y correaje de la guerrilla en casi toda la Cordillera de la Costa, labor que ignoraban hasta sus propios familiares, cuya excusa para llegar o salir a altas horas de la noche a esas espesas montañas y no pernoctar en el pueblo ni siquiera los fines de semana, es que estaba visteando un venado mañoso e inventaba un nombre inexistente del lugar.

Entre su función de campesino, además de servir a varias horas de camino a pie para cumplir de apoyo a la guerrilla varias veces al mes y a altas horas de la noche, y, tan pronto tenía un tiempito marchaba raudo a muchas horas de rápida caminata en otra dirección para ver a esa muchacha de 20 años de la que quedó prendado cuando exploraba vías y caminos para transitar, o para garantizar la incorporación de nuevos integrantes, o para bajar o subir correspondencias, así como trasladar los pertrechos y el avituallamiento para la guerrilla.

Margot también quedó prendada de ese catire 4 años mayor que ella, de intensos ojos azules, de fácil sonrisa y alegría, conversador, astuto, quien poseía una psicología innata para estudiar a cualquier persona, pero lo que confesó Margot en público muchos años después entre risas y timidez: - es que quedó embrujada fue por los ojos azulitos de Rafaelito.

Rafaelito y Margot procrearon a su primer bebé, pero a ella la incomodaba siempre las ausencias de Rafaelito a altas horas de la noche o los fines de semana y la avispa de los celos la picaron y se manifestó, ni la persuasión de la psicología innata de Rafaelito, ni las miradas compasivas de sus ojos azules surtieron efectos, Margot estaba resuelta a irse porque los celos la dominaban y a sola sufría mucho, aunque nunca le confesaba que eran celos lo que le atormentaba, si no que él ya no la quería.

La situación familiar de Rafaelito y Margot prendió las alarmas en la columna guerrillera y tomaron las medidas del caso.

En su rancho de San José de Guaribe, una madrugada con el mayor sigilo del mundo, se aparece Rafaelito con un hombre barbudo y de pelo largo, de desteñido uniforme y de botas militar muy roídas, Margot se asustó, ella notó inquieto al amor de su vida pero también al causante de su malestar, no se miran de frente Rafaelito y ella, después de desayunar, viene la conversación, el guerrillero aborda el tema, se zanja la situación, se abrazan fuertemente Margot y Rafaelito y ella lo culpa de herir su corazón por no decírselo a tiempo porque ella no sabía que él era guerrillero también, le dijo para mitigar su complejo de culpa: -que bueno que no usas barba porque te verías muy feo.

La vida continuó pero recurrentemente el ejército de los años 60 tomaba el pueblo de San José de Guaribe y pueblos aledaños, era el plato del día: el maltrato, requisas a las y a los pobladores, allanamientos de casas, fincas, los adecos y copeyanos cumplían con la función de ser “soplones y sapos”, los fines de semana en el mercado popular que se hacía en la plaza, las frutas, verduras, tubérculos y demás mercancías rodaban por los suelos, las gallinas y gallos eran pateados y volaban por los aires ante las embestidas represiva militar, todo estaba bajo sospecha.

Allanan la humilde casa de Rafaelito, él no se encontraba, ya Margot tiene sus tres retoños de ojos azules seguiditos a quienes protege con su cuerpo ante la fiereza de los militares, cuando ella trata de impedir que destrocen sus modestos corotos, la golpean, la empujan, le rompen el colchón donde duermen los niños, tiran todo para el suelo, ella en ningún momento llora por nada, su mirada es de acero!, pero cuando le empujan al mayor de su hijo para apartarlo, un bofetón estremece la cara de quien dirige la comisión del ejército, la golpean y le preguntan insistentemente por Rafael Barrios. Su silencio y el llanto de los niños sorprendidos es la respuesta y luego la amenaza: -lo conseguiremos y no te traeremos el cadáver! Sentenció con impotencia el abofeteado antes de retirarse.

El operativo de “sapeo” adeco-copeyano en el pueblo da su resultado, al cabo de los meses de ausencia de San José de Guaribe detienen a Rafaelito, golpes van y vienen, varios días colgando a la intemperie y le golpea con saña todo su cuerpo con palo de vera envuelto en una toalla, hambre, sed, simulacro de ajusticiamiento, amenaza de que matarían a sus hijos y a su mujer, que le cortarían los dedos y las manos, nada hizo que Rafaelito delatara.
Rafaelito rogaba que no le pasara nada a nadie, ni a su familia ni a los guerrilleros en medios de esos delirium que dan los golpes, el dolor, el hambre, la sed.

Entre las sesiones de torturas, Rafaelito recordaba cuando hacían reuniones en su casa, Margot tenía todo preparado con tiempo, él y ella tomaban cada uno, viejos y abombados cuadernos y un par de lápices desconchados para imitar a los guerrilleros que tomaban notas de las intervenciones, de los acuerdos y decisiones, Margot y Rafaelito intercambiaban miradas apenados porque ellos a duras penas sabían escribir era sus nombres y apellidos; aunque él le hacía un gesto disimulado de que escribiera y ella le hacía otro gesto retándolo a que lo hiciera él. Los dos simulaban que escribían aunque los y las guerrilleras estaban conscientes de la limitación de ambos por la política del Pacto de Punto Fijo.

Cuando asignaban tareas y responsabilidades Rafaelito siempre respondía con una expresión que era un sí, y desde luego hacía eso y mucho más: -Vamos a ver!
Donde le decía que Rafaelito estaba preso, allí se aparecía Margot con sus tres muchachos, dormía en los bancos de las plazas; de las puertas de los comando del ejército, de la guardia, la corrían, pero ella se apostaba metros más allá, a soportar frío, calor, sol, con fe infinita que estuviera vivo, pero reclamaba por la vida del padre de sus hijos, y por supuesto, por esos ojos azules de Rafaelito.

En una oportunidad Rafaelito después de una de las tantas golpizas, lo amarran por los pies, lo atan al estribo de un helicóptero, luego éste se eleva y recorre por horas esas espesas montañas de Miranda, Guárico y Anzoátegui con la amenaza que lo lanzarían si no hablaba, bastaba que él hiciera una seña para bajarlo, Rafaelito se bamboleaba boca abajo en las alturas, con sus brazos extendidos y lejos en una esquinita de su consciencia se alegraba que le hubieran dado esa golpiza antes, no sentía miedo por la altura, él sentía un alivio y se reía a carcajadas imaginando a sus tres catiritos de ojos azules correteando por esas montañas de Venezuela felices y batía sus manos como despidiéndose de los y las guerrilleras y de su amada Margot con alegría, con carcajadas.

Exclamó indignado uno de los militares dentro del helicóptero porque no consiguieron su propósito: -Ahora el hijoeputa se nos volvió loco!

Margot correteando con sus críos de aquí para allá, en su inocencia ellos lloraban por tanto trajín, y, dormían en terminales de pasajeros, recorriendo varios estados del país donde pudiera estar detenido el Guerrillero, le decían con desprecio, se burlaban de ella con información falsa, pero allá iba Margot, con el peregrinar, estaba cada vez más debilitada en su salud porque priorizaba la alimentación de los niños que era para lo único que le alcanzaba: pan y refresco.

Pero no fue una vez que Margot vivió este vía crucis. Ella como estuviera vestida salía con sus hijos cuando le informaban que habían detenido a Rafaelito porque sabía que un minuto era vital, sus vecinos le facilitaban dinero, la solidaridad inmediata.

De común y parece que mucho, los abuelos de Margot y Rafaelito, fueron muy simpatizantes del guerrillero que se enfrentó al General y presidente Juan Vicente Gómez de aquel entonces, hablamos del General Emilio Arévalo Cedeño, década de los años 20, quien denunció a viva voz y a lomo de caballo en encendidos discursos antes esos campesinos y campesinas que Gómez estaba entregando Venezuela a los EE.UU y había traicionado al pueblo venezolano. Las historias pasan de boca en boca, de generación a generación.

Margot y Rafaelito aprenden a escribir y a leer un poco más y mucho mejor, sus hijos crecen: Consultan con el Comandante Ramírez –Fernando Soto Rojas- ellos se suman a la campaña por el triunfo electoral del Comandante Chávez a quien vieron por televisión y a quien le dicen “el militar bueno”, en su humilde casita se hacen reuniones, se colocan afiches de Chávez en la pared del frente, por el rabillo del ojo Rafaelito y Margot se miran a discreción mutuamente para ver si están tomando apuntes de lo dicho en las distintas reuniones, de lo planteado y de lo acordado: ahora sí.

Margot no podía disimular su alegría cuando amistades visitantes le regalaban un pote de leche condensada.

Margot se fue hace 5 años a otro plano de vida con el interés pendiente de conocer personalmente al Comandante Chávez y que no se le pudo cumplir dicho deseo.
Le sobreviven su esposo, sus tres hijos, sus nietos y demás familiares. Por cierto, Rafaelito, conocido por su corpulenta figura de un buey rubio y su salud de roble, cuando el ataúd estaba al borde de la fosa para proceder a la fase final de despedir a Margot, éste se desmayó, cinco personas no podía con semejante estructura física, una vez en sí, lloró por primera vez a Margot y abatido le dijo: no me dejes Margot! no me dejes Margot!

Margot a lo mejor se fue a recorrer los parajes de su infancia o es posible también marchó a saborear lo que le hacía muy feliz, deleitar su paladar con su latica de leche condensada, o a lo mejor esperará a Rafaelito donde se dieron a escondidas el primer beso en el cañaveral cerca de su casa de infancia y adolescencia. Con cuanto amor y convicción conservó la fe profundamente en esta Revolución Socialista Bolivariana, Margot.

Lo de Ultra - Izquierdista, es que Margot Itriago fue más allá de los límites conocidos, apostó todo, absolutamente todo! por la Revolución en Venezuela. Nunca pareció por la pantalla chica de tv, nunca escribió grandes discursos, no escribió nutridos artículos por las redes sociales, nunca pisó una Universidad, criticó lo mal hecho sin aspavientos ni fines de publicidad personal. Bastaba reconocerle sus méritos para que se le pusiera la cara rojita y con humildad sideral decía con sus ojos ya pequeñitos en esa cara de piel medio tostada y con la voz bajita: -Es mi deber, es mi deber.

Margot, quienes te conocimos te decimos: - Gracias por tus atenciones! Ya tranquilo porque saldamos esta deuda unilateral contigo que muy bien te mereces. En la Venezuela Socialista Bolivariana, donde uno menos lo piensa…están surgiendo muchas flores, muchas Margot!

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